Las cosas que suceden en la vida, te hacen asimilar, aunque sea de a raticos, que Dios existe, bien sea porque en tu vida aparezca una señal, una prueba... o ambas cosas.

Trabajo en el área del turismo, por lo tanto trabajo con guías que disfrutan mostrar nuestro país y contar su historia. Uno de ellos, Emilio, es guía en el sur de Venezuela: Canaima, Gran Sabana, etc.

Durante una de sus expediciones con unos turistas, ya cayendo la tarde, a lo lejos visualizan algo moviéndose que les llamó la atención. Mientras más se acercaban, más raro se veía: no podían distinguir si se trataba de un animal o algún ser de otro mundo, lo cierto es que veían una especie de pellejito moviéndose a ras de piso.

Decidieron acercarse para ver de qué se trataba y oh sorpresa... En medio de la penumbra, consiguen a un bebé, en unas condiciones que hacían imposible definir la edad. Les daba miedo agarrarlo, pues era un saquito de huesos que parecían inútiles, que de solo tocarlo posiblemente se rompería. La piel parecía de papel. La deshidratación la tenía tan seca... El encuentro los dejó a todos bajo una impresión inmensa.

El corazón del ser humano, al menos de aquellos que tienen sangre caliente, se hizo presente. Sin discusión, los turistas y los guías decidieron tomar al bebé e ir a la comunidad indígena más cercana.

Al llegar a la comunidad, buscaron a alguna indígena que pudiera amamantarlo al instante y gracias a Dios hubo quien lo hizo. Mientras tanto, supieron lo ocurrido con el bebe: El papá de la criatura, vivía en este sitio.

La madre de la criatura, quien murió pocos días antes, era una de las dos esposas de este indio. Ambas esposas eran hermanas. Al morir la madre biológica del niño, éste queda a cargo de la otra esposa, que a su vez era su tía. Esta india, también tenía un hijo biológico que estaba amamantando y según entiendo, debido a su alimentación, no podía amamantarlos a los dos. Pues como es normal en su cultura Yanomami y como entre las funciones del hombre no está encargarse de los hijos que tiene, decidió sacrificar a uno de los dos bebés y la ley natural la llevó a dejar morir a su sobrino. Así llegó ese niño a donde estaba, a las orillas del río.

Para un ser humano con sentido de reflexión, esto es simplemente inconcebible. Con esto en mente y con permiso del padre de la criatura, Emilio decidió llevar al niño a Ciudad Bolívar para intentar salvarlo. Lo internó en un hospital, donde el niño estuvo unos días pero el desastre era tal que decidió llevarlo a una clínica. Hospitalizado durante 15 días, lograron que el niño recuperara un poco de peso y se salvó. Allí supieron que este bebé, cuyo tamaño era de un recién nacido, tenía alrededor de 4 o 5 meses de vida.

El jueves lo conocí y supe su historia. No podía salir del impacto. Mi primera reflexión fue “respetar las culturas de otras personas”. Sin embargo, yo hubiera hecho lo mismo que Emilio.

Lo más impresionante fue ver a ese bebé, de piernitas y brazos huesudos, moviéndose con mucha agilidad, sosteniendo su cabeza perfectamente y tomar con muchísimas ganas su tetero.

Aún no tiene nombre, pero en la oficina lo llamamos Moisés (confío en que entienden por qué). Pero hay alguien que podrá ponerle uno y aquí es cuando pienso que todo en la vida tiene una razón de ser: La prima de Emilio tiene años haciéndose tratamientos para quedar embarazada y ninguno le ha funcionado.

Dios existe.

Hace más o menos una semana, navegando en Facebook, la Escuela Foto Arte publicó un Evento: Un Café Con… Franca Franchi”. Los primeros 15 que se anotaran en el muro del evento, eran los que asistirían. Y además, GRATUITO. En pocas palabras: El evento era IMPELABLE.

En segundos pensé: Franca Franchi, una Diosa de la fotografía. Y no dudé en ir hasta el evento y anotarme. Fui la segunda.

Arrastré a mi esposo a anotarse, porque a él también le gusta la fotografía. Su tendencia es más hacia la de paisajes y arquitectura, pero me pareció que no estaría de más que escuchara a esta Diosa.


Estuve una semana pensando en el evento. Me metí en la página Web de Franca, la cual ya había visitado antes, pues mi mejor amiga estuvo buscando fotógrafo para su boda y le estuve jalando un buen tiempo para que la llamara y más después de que el que había contratado la embarcó y justo ese día Franca había lanzado su promoción de bodas. No sé por qué no la llamó.

Me metí en su flickr, vi sus fotos. Anoté las que más me gustaban. Cada vez que veía – y veo – una foto de esta gran artista, me enamoro más. Me impactaron las fotos de las novias… En especial, una que está en un ángulo diferente, enfocando a la novia a punto de colocarse un zapato. La iluminación de esta foto es implemente mágica. Ni hablar de la novia que maneja su propio carro! Para mí, uno de los trabajos más difíciles que se le puede presentar a un fotógrafo. Manejar a una novia, que por lo general están neuróticas todas antes de la boda, es sumamente difícil.

En fin, me emocioné. Era una oportunidad de oro.

La verdad, luego de ver su trabajo pensé: Esta mujer es la mamá de los helados. Y como siempre, me imaginé a una persona totalmente diferente a lo que me encontré: Me la imaginé inalcanzable, con mirada fría, con aires de superioridad, porque tiene motivos para sentirse así. Físicamente – y no sé por qué – la imaginé blanca “casi verde” y flaca como un palillo. En mi mente nunca vi el color de sus ojos, pero si la vi mirándome desde esa altura, muy arriba, con ojos de “soy grande”. Creo que al llegar al sitio del evento, fue lo que más me impactó: Franca. Una mujer que el nombre le hace honores. Una mujer, como yo, normal. De mirada limpia y siempre directa a quien le habla, jamás por encima, de espíritu avasallante, amante de su trabajo y dispuesta 100% a compartir sus conocimientos. Una mujer con una humildad que le brota aunque no quiera. Una voz súper suave. Por encima se le nota el sabor venezolano, de piel morena y ojos oscuros, penetrantes. Chiquita, como siempre, porque todo lo bueno viene en frasco pequeño. Una mujer y punto.

La sensación fue genial. El aprendizaje, infinito, a pesar del poco tiempo. El trasnocho – que para mi es eso, un TRASNOCHO… sino ven a verme los ojos hoy – valió la pena más allá de los límites. Excelente experiencia la de anoche...

Una se imagina a esas lumbreras fotográficas como unas personas de cristal, intocables... y resultan ser tan gente como cualquiera (o más)… O por lo menos Franca lo es.

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