Hace un tiempo, de regreso del trabajo a la casa, iba yo en el Metro bus de Altamira a La Trinidad y la cola era estupenda, como siempre. Gracias a Dios iba sentada, pero necesitaba distraerme con algo, así que decidí escuchar podcasts.

A veces pienso que tengo demasiados en mi Ipod y por eso me va a costar decidir qué escuchar, sin embargo este pensamiento se esfuma cuando voy a la sección de podcasts y siempre me dirijo a 3 en especial, dependiendo de si quiero aprender gramática y vocabulario en inglés, escuchar sobre una extensa variedad de temas acerca de Australia, o sólo reír un rato y conocer el humor australiano… Y en esa oportunidad lo tenía bien claro: cola + metro bus + mucho ruido = necesitaba reír, así que le di play al podcast “Is it just me?” de dos maravillosas mujeres australianas, Angela Catterns y Wendy Harmer, que en el tercer corte del capítulo 26 conversan sobre un test psicológico para saber qué tan feliz o triste eres. La psicóloga preguntaba a la persona que describiera 3 momentos felices y 3 momentos tristes de su vida y dependiendo del orden en el que las describiera, la psicóloga podría determinar el nivel de felicidad o tristeza de la vida de la persona en cuestión.

Pues bien, más allá de querer saber qué tan feliz o triste soy, este podcast me llevó a escribir este post sobre las 3 memorias más felices y las 3 más tristes de mi vida – hasta ahora– para… no sé, como un ejercicio interesante para mi y –tal vez- una curiosidad para ustedes.

MEMORIA FELIZ:
Cuando vino mi bebé al mundo. Si, es trillado, pero es cierto! El día que mi hijo nació fue bastante peculiar, pues ni siquiera tenía yo pensado ir a una clínica. Solo necesitaba ir a consulta a hacerme la radiopelvimetría para determinar si mi hijo nacería por cesárea o por parto natural.

Luego de una larga espera por los exámenes, resultó ser que tenía una fisura en la bolsa, y la doctora como a las 4pm me llamó a su consultorio: “vente urgente a la clínica que hoy tenemos que hacerte cesárea” Ah bueno, será.

Con aquella calma le dije a mi hermano… y entonces él se convirtió en el neurótico. Manejé hasta la casa (hasta ese últmo día estuve manejando con mi panzota). Mi hermano corre pa’ lla, corre pa’ca y yo muy tranquila, recogiendo mis cosas y preparándome. Cortándome las uñas, haciendo lo posible por aparecer sin un solo pelo (jejeje)… Gracias a Dios la cesta con las cosas del bebé la había acomodados un par de días antes.

De camino a la clínica, a eso de las 8pm, teníamos que ir de Baruta a Los Ruices y la cola no podía ser peor. Yo… relajada, sacándome las cejas; mi hermano… Pobrecito. No podía con el stress. Al llegar a la clínica como 1 hora más tarde, me estresé, pero no porque entraría al quirófano, sino porque estaba mi familia junto con la del papá del niño y la tensión era tal que una sola palabra podía desatar una pelea. Pasé de largo directo a donde las enfermeras me prepararían, y a las 10pm estaba entrando al quirófano junto con mi mamá.

La operación fue con anestesia local y aunque tenía los ojos bien abiertos y sentía los movimientos en mi panza, no recuerdo nada de lo que la doctora decía. Mi mamá estaba sentada a mi lado haciéndome cariño en la cabeza y yo le preguntaba “qué están haciendo?” y ella me decía. Recuerdo que sentí cómo JC se arrimaba hacia arriba y todos los órganos allí se fueron con él y no me dejaban respirar, hasta que lo pudieron sacar y escuché la nalgadita y seguidamente el llanto de mi bebé. Lo primero que vi de él fue su pie… por dios, QUÉ PATOTA!! Con razón, teniendo 7 meses de embarazo, veía su piecito sobresalir de mi panza cuando pateaba. Mi mamá lo tenía cargado y lo volteó y me preguntó: Míralo, reconócelo, puedes? … Era impelable… Con esa nariz, tenía que ser mi hijo!!

MEMORIA TRISTE:
No sé si ha habido algo más triste para mí que decepcionar a mi papá y esto lo he hecho muchas veces, pero nada como durante los años 2.003 y 2.004.

El momento más duro fue cuando me tocó decirle que estaba embarazada. Mi mamá ya sabía. Ella siempre ha sido mucho más calmada, abierta. Cuando la llamé, le dije: “Tengo que decirte algo” Y su respuesta fue “Estas embarazada, verdad?”… Así son las madres.

Con mi papá fue más difícil. Sabía que iba a ser un golpe duro, así que temía su reacción. Temía que le pasara algo a nivel de salud, incluso. Mientras estaba sentada en su cuarto con el resto de la familia esperando tener el valor para decírselo, por mi cabeza pasaba desde todo lo que él me enseñó y que no supe aplicar en la vida hasta todo el amor que le tenía y no había podido demostrarle con mi comportamiento.

Hablaban y hablaban y yo no escuchaba nada. Estaba como en otro lado. Mi cara de miedo delataba que algo pasaba y mi papá lo sabía. Días antes me había llamado por teléfono para preguntarme si estaba bien. Aproveché un segundo de valor que tuve y le dije: “Papá, me pasa algo”. Inmediato silencio. Y siguieron la frase letal: Estoy embarazada. Y sin esperar nada, brinqué a los brazos de mi mamá y me puse a llorar como una niña chiquita. El silencio continuó y solo recuerdo la cara de mi papá, una cara pasmada. Llegó a decirme que sabía que algo me pasaba, porque había soñado días antes que me clavaban unas lanzas.

Los siguientes días, su cara de tristeza, su preocupación y sus propias palabras me hicieron saber la gran decepción que le había causado.

Hasta aquí dejo este cuento porque solo de escribirlo ya tengo un nudo horrible en la garganta por el recuerdo.

MEMORIA FELIZ:
Sin duda, los 6 meses que viví en Barcelona.

A pesar de las circunstancias, fue una época feliz. En principio, fue mi primera vez en un avión y por lo tanto también mi primer viaje al extranjero, mi tan soñado viaje al extranjero… Y vaya viaje! No me iba de turismo, me iba a tratar de armar una vida.

Luego, resultó ser que desde muy pequeña había estado enamorada de Barcelona, en especial de La sagrada Familia y de Antoni Gaudí, qué clase de arquitecto. Además, amante del futbol yo, apoyo al FC Barcelona desde al menos hace 20 años. Podrán imaginar que ir a vivir a Barcelona y recorrer sus calles fue un sueño hecho realidad. El día que vi por primera vez La Sagrada Familia, que fue un encuentro fortuito, iba yo distraída caminando y algo me llevó a voltear mi cabeza al cielo y allí la vi… En mí cabeza sonó Carmina Burana (en serio). Nunca olvidaré ese día.

Mis recuerdos están llenos de La Rambla en Primavera, cuando caminaba a las 8am y los puestos de flores abrían y perfumaban todo el sitio; el Paseo de Gracia, con la Batlov y la Pedrera adornándola… Recuerdo que un día me acosté en un banquito frente a la Batlov y al verla en esa posición, no pude evitar sentir que estaba en la profundidad del mar, con el papá de la sirenita. También recuerdo que la primavera llenó el paseo de Gracia de polen… fue un infierno para mi jejeje.

Me recuerdo caminando a las 2am por La Rambla, con mi hijo en el coche, sin miedo y feliz. Recuerdo cuando lo llevaba al parque y lo dejaba jugar libre sin perseguirlo adonde fuera.

Dígame cuando mi papá fue a visitarme… Qué miedo que me viera viviendo tan limitada, pero creo que también me vio feliz. Vivimos la experiencia de celebrar en el Camp Nou, junto al Barcelona FC, las tres copas ganadas ese año. Escuchar a Joan Manuel Serrat cantar el himno del equipo y a Eto'o gritar Madrid, cabrón, saluda al campeón, fue genial.

Nunca conseguí una trabajo bueno, nunca pude legalizar mi situación allá y mi pareja en ese momento era más una carga que una ayuda. No comía bien y vivía en un apartamento realmente pequeño (30mts2), pero si vuelvo a vivir una situación semejante, no la cambiaría, con tal de volver a vivir ese sentimiento de libertad y paz.


MEMORIA TRISTE:
…Si que le he causado dolores de cabeza a mi papá. Siempre tuve novios que ningún padre hubiera querido para su hija. De paso, quedo embarazada del que menos en la vida mi papá hubiera querido fuese el papá de un nieto suyo y para terminar de ponerla… Me caso con un carajo por rebeldía y me escoñeto más la vida.

La relación con mi papá desmejoró en un 1000% luego de mi embarazo, no había comunicación y peleábamos mucho. Yo rebelde y el controlador… no era buena mezcla.

Al mejor modo rebelde, decidí empatarme con un muchacho que trabajaba conmigo, de muy buenos sentimientos pero sinceramente inestable en todo nivel, y en una de esas peleas con mi papá, le dije: Me mudo con César. Seguidamente una cachetada y la siguiente frase: TU NO SALES DE ESTA CASA SI NO ES CASADA. Y en mi mente: Aaaaahhh siii? Ah bueno.

Un día antes llamé por teléfono a mi papá y a algunos de mi familia y amigos, para decirles que me casaba al día siguiente en la prefectura más triste de toda Caracas. Para colmo, el día llega y cuando busco a mi futuro esposo, este tenía una franela desgastada, un jean negro que ya no podía más con su vida y zapatos deportivos… Si antes no estaba segura, cuando vi este rancho, quise dejarlo allí y devolverme. Pero mi orgullo no me dejó. Lo mandé a cambiarse y nos fuimos a la prefectura.

Fue un día realmente triste para mí. No había nadie en el sitio, mi papá tenía cara de demonio de mal humor mezclada con velorio, mi hermano menor me veía con decepción y los testigos fueron en cholas y con pinta de obreros recién salidos de la construcción. Cuando me tocó dar el “si”, la juez me preguntó, “Qué? Puedes decirlo más alto?” … Así estaría de segura. Y cuando terminó… No sentía felicidad, ni tristeza. Estaba en completo shock.

Pero la parte más triste del día fue cuando llegué a mi casa y me acerqué a saludar a mi papá. Apenas puse un pie en su cuarto, me hizo saber la gran decepción que era en ese momento para él, la tristeza inmensa que le había causado ese día y los últimos meses. No pude refutarle una sola cosa, tenía toda la razón.

MEMORIA FELIZ:
El día que me casé con Rodrigo fue un día feliz, sin duda. Pero más que nada, el momento más feliz del día fue cuando, comenzando la pequeña reunión organizada con nuestras familias y amigos cercanos para celebrar, Rodrigo fue adonde teníamos la “miniteca” (su ipod con sus cornetas) y puso la marcha nupcial. Seguido de eso, sonó una de nuestras canciones, Runaway de The Corrs y para completarla, dio un discurso frente a todo el mundo de lo feliz que estaba, de lo mucho que me amaba y que deseaba formar una familia conmigo. DIOS!! Qué belleza. Y yo llorando como tonta. La gente se quedó esperando que yo dijera algo, pero qué va, lo único que hice fue llorar.


MEMORIA TRISTE:
Por ahí una vez leí que no había un sitio más triste que el aeropuerto de Maiquetía en estos tiempos. Todos los días ves familias separarse y ves lágrimas derramarse por ello. Y yo fui parte de eso, dos veces.

La primera vez cuando me fui a Barcelona fue dura. Me iba en una situación incómoda con mi papá, sin embargo en el aeropuerto el amor mutuo salió a relucir y lo vi como por tercera vez en mi vida llorar a moco suelto. No hay nada más triste que ver a mi papá llorar.

Y la segunda vez fue hace 3 meses. Pocas veces he llorado con tanta profundidad como lo hice el día 26 de Agosto del 2.011. Despedirme de mi mamá fue algo tan duro para mi… no la quería soltar. De mi hermano mayor, que ha sido un apoyo incondicional en mi vida; de mi hermano menor, que con todo y lo difícil que hemos sido el uno con el otro, no cabe duda de que nos queremos y que lo extraño por montones; y por supuesto, despedirme de mi papá, quien fue fuerte, no botó ni una lágrima frente a mi ni frente a mi hijo.

No hay nada más doloroso que separarte de los seres que más amas en la vida. Cada día los pienso, rezo por ellos para que estén bien y extraño profundamente abrazarlos… hasta sus gritos y peleas extraño.


Escribí las primeras memorias que me vinieron a la cabeza. Mi vida esta llena de ellas, de todo tipo y lo importante siempre será disfrutar de los momentos felices y aprender de buena manera de los momentos tristes y amargos, para mejorar en nuestra vida.


See ya.

…Creo que tengo un problema. O puede ser una característica de mi personalidad, que no sé si es defecto o virtud, pero al fin y al cabo, “eso” logra que concientice  algunos aspectos de mi para mejorar o para reconocer… más lo primero que lo segundo.

Resulta que me autoanalizo, a veces en exceso. Me autoanalizo a cada rato. Es un poco molesto, porque – también a veces – pienso de más en lo que internalizo y doy tantas vueltas que luego termino exhausta y obstinada de mi misma. Claro, esto puede ser algo bueno cuando decides, gracias a esa obstinación, acabar con eso que te lleva al autoanálisis si es algo dañino o simplemente aceptarlo si es algo bueno. Pero con el tema que ocupa este post, no he logrado llegar a ese punto.

Como ustedes ya deben haber deducido de mi experiencia religiosa, por medio de una situación – para mi – traumática, perdí (o ella me perdió a mi, o simplemente nadie se perdió nada) una amiga. Una persona que para mi era mi “uña y sucio”, mi compinche. Con ella iba para todos lados y desde hace años era con quien más me la pasaba, con quien compartía absolutamente todo…ABSOLUTAMENTE TODO! Lo que en mi vida acontecía y llegué a pensar en algún momento que era recíproco.

Esta vivencia tuvo tantas consecuencias en mí que ya perdí la cuenta. Algunas han ido cercenándose con el pasar del tiempo, pero hay una que no termina de curarse y es llenar el vacío de ese puesto especial.

Es verdad, es posible que me esté hundiendo en una ponchera para coletos. Siempre he sido una persona un tanto selectiva con la gente y tengo mis amigos del alma… Leisa, mi Yin, mi melóñ… Así la llamo; es simplemente indispensable en mi vida. Andreína prácticamente otro Yo. Wendy, qué especial es ella. Alexandra, mi morocha… Betty, que aunque ella no sepa es bastante importante para mi… Si, si hay gente especial en mi vida, muy pero muy especial. Sin embargo siento ese vacío… no sé por qué. Siento una profunda necesidad de hacer una amistad nueva y cada vez que conozco a alguien con potencial, es como si enloqueciera.

Un ejemplo claro es que poco tiempo después del “suceso”, creo que MUY poco tiempo después, quise profundizar mi relación con una persona a la cual conocí previamente y que era también alguien común del medio fotográfico… Error. Decidí impulsivamente confiar en esa persona y desahogar todo lo que llevaba por dentro de lo que había sucedido, pensando que posiblemente su relación con la otra era igualmente nueva que la mía y nuevamente la vida me dio una cachetada… menos fuerte pero igual de dolorosa. Mágicamente la creadora del conflicto se enteraba de absolutamente todo lo que yo decía y vivía. Mi shock no fue fácil. A partir de allí, me volví muda. A pesar de la mucha gente especial que tengo a mi alrededor (y espero que no lean lo que viene), siento que no tengo con quien descargar mis filosofadas y mis internalizaciones.  

Desde ese entonces (1 año y pico ya) no había intentado hacer amistad con alguien, ya que simplemente no confiaba, pero ahora lo he vuelto a intentar. A pesar de mi miedo a entregar confianza, he ido poco a poco soltándola aunque a veces siento que desde afuera me veo desesperada por un(a) amigo(a) y paro.

También siento que ahora me cuesta muchísimo más entablar conversación, ser una persona interesante. Tal vez sea que me esfuerzo tanto que al final no logro nada. Tal vez sea que “autoestímicamente” hablando, allí sigo mal… y simplemente no cuaje la cosa.

Entonces cuando me autoanalizo y noto mi posible desespero y mi novedosa pérdida de socialización, me digo “olvídalo. O dejas que todo fluya natural o lo dejas”.  Y casi mejor tiro la toalla.


Con esta persona nueva, pienso que podría llegar a tener una buena amistad. Sin embargo, ocurre que siento que se esta repitiendo la historia… por parte de él. Y realmente me preocupa porque, a pesar de haber concientizado (en otro de esos autoanálisis) que mi sexto sentido realmente existe y funciona, aún doy vueltas antes de decir “es lo que estoy viendo”, por miedo a estar viendo erróneamente. Y si llego a decidir que estoy viendo bien, luego el hecho de enfrentarlo… Simplemente no quiero que me hagan sentir que “yo soy la loca” otra vez.

Y entonces empieza ese ciclo nuevamente de sentirme inferior a otra (que ya se está haciendo sentir con preguntas mentales intensas) y la verdad… no. No quiero eso en mi vida. Ni sentirlo yo nuevamente ni que me lo hagan sentir.


En fin… Si, de psicólogo… o de deshacerme de todo y comenzar de cero. No sé. Alguien tiene el remedio?

La taza, el agua... A veces una ollita y la mayoría el microondas. A mi vida aún no ha llegado la tecnológica tetera eléctrica que conocí en Londres. Allá tampoco la usé.


Antes de él, un poco de ansiedad, no puedo estar quieta. Coloco la taza con el agua y 2 minutos de paciencia hasta que suene el “pi-pi-piiiiiiiiiiii” del microondas. Me siento… Me levanto… Me pongo frente al microondas y pienso “¿esta vaina hará algo si me paro aquí? Sape, mejor me pongo allá” y me aparto, un poco lejos por si acaso da cáncer.  Voy a la ventana… miro un poco el paisaje y me cuesta creer que aún no hayan pasado dos minutos y regreso a mirar el contador… 1.15…  Otra vuelta. Aquí es donde compruebo –una vez más- que la paciencia no es mi fuerte.

… Como si viendo el relojito lo acelerara… 5, 4, 3, 2, 1.. PI PI PIIIIIIIIIIIII!

Llegó el momento! Saco la taza del micro y abro el gabinete… mmm… Cuantas cajas de tantos colores, cuál tomaré hoy?  Amarilla para no envejecer, verde para relajarse, azul, para dormir… Cítrico, dulce, amargo… Tantos sabores con tantas facultades y el mismo resultado: un momento de paz.

Escoger la bolsita perfecta. Y de ahí el mágico momento de meter y sacar la bolsita del agua… Entra y las burbujas hacen que el agua chispee… Sale y empapada, escurre a chorros, hasta la última gota, el líquido ya colorado. Sé que lo ideal es solo dejar la bolsa reposar, colocar la tapa de la taza y esperar 2 minutos más a que la magia surja, pero ese momento de la bolsita haciendo lo suyo, tiñendo el agua de color proveniente de la naturaleza, es simplemente único… y yo, cuál científica loca (de lo que no tengo un pelo… bueno, de loca si…) inclino mi cabeza, frunzo el ceño y miro interesada cada detalle.  

Ya… ya la bolsita no puede dar más. A punto de romperse, decido extraerla por completo, no vaya a ser que todas las hojitas caigan dentro.

Y suspiro… Aquí va.

Cuando bebo el primer sorbo, escucho a mi cuerpo orar, dar gracias por la vida. Es como un momento de contemplación. De pronto, empiezo a elevarme. Mi espíritu simplemente se libera durante los 5 minutos que me toma beber mi taza de té y la paz me llena.

Es la paz que me acompaña, al menos, medio día.

¿Qué haría yo sin ti, mi momento inglés?

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